La
ciencia es una reducción de un proceso de explicaciones científicas que han
evolucionado en la historia de la humanidad hasta hoy y que, sin duda, seguirán
transformándose en el futuro.
En esta historia han
participado millones de personas, lo que significa que el avance y éxito
científicos no es sólo labor de unos cuantos. Al desarrollo de la ciencia ha
contribuido mucha gente cuya labor permanece en el anonimato, pese a que sus
estudios han sido esenciales. Esto es importante sobre todo si se toma en
cuenta que el trabajo científico no da frutos rápidamente, pues los progresos
son lentos y diversos.
Este es el caso de la
evolución de las explicaciones acerca de cómo es el sistema solar.
Desde la antigüedad, el hombre observó que los
movimientos del Sol, Luna y estrellas estaban relacionados con cambios en las
estaciones que regían su modo de vida. Así nació la astronomía, que fue
estudiada por babilonios, egipcios, chinos, hindúes, griegos y mayas.
Alrededor del año 140
d.C. en Alejandría, centro intelectual de aquella época, el astrónomo griego
Claudio tolomeo organizó las observaciones de sus antecesores y
realizó nuevos cálculos para predecir la posición que tendrían los planetas en
el futuro. Según él, la Tierra se hallaba en el centro del universo y a su
alrededor giraban siete planetas. Esta propuesta estuvo vigente durante más de
mil 400 años.
Durante el Renacimiento Nicolás Copérnico(1473-1543), astrónomo polaco cuyas observaciones le
llevaron a la conclusión de que si se ponía al Sol en el centro del Sistema Solar
–lugar que donde en ese tiempo se ubicaba a la Tierra–, la explicación del
movimiento de los planetas sería más simple y clara. Su propuesta era contraria
a los dogmas religiosos de aquella época, los cuales consideraban que el hombre
vivía en el centro del universo.
Años después, el
astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) inventó
instrumentos con los cuales realizó medidas muy exactas a simple vista. Aunque
rechazaba las ideas de Copérnico contribuyó sin proponérselo a reafirmarlas,
mediante cuidadosas observaciones del movimiento de los planetas, cuyos datos
reunió en tablas.
Brahe heredó esta
información a su asistente Johannes Kepler (1571-1630),
matemático alemán, quien al analizar datos y realizar cálculos de las órbitas,
pudo observar que éstos no coincidían con las órbitas circulares propuestas por
Copérnico. Para resolver esta discrepancia formuló la hipótesis de que los
planetas se movían en órbitas elípticas, con el Sol en uno de los focos de la
elipse.
El matemático, físico y
astrónomo italiano Galileo Galilei (1564-1642)
contemporáneo de Kepler conocía su trabajo.
Mediante la
construcción y el uso del telescopio, Galileo aportó un instrumento de gran
utilidad para la astronomía, porque además de que las observaciones eran más
claras y precisas, se podían apreciar cientos de estrellas invisibles a simple
vista; así descubrió que Júpiter tenía 4 lunas las cuales giraban a su
alrededor y con esto demostró que no todos los cuerpos celestes giraban
alrededor de la Tierra.
Amediados del siglo XIX se descubrió que al aplicar un
voltaje entre dos placas colocadas dentro de un tubo de vidrio, del cual se
había extraído casi todo el aire, se producía una descarga eléctrica a través
del mismo. Asimismo, se había estudiado el fenómeno de la luz ultravioleta
–invisible para el ojo humano–, en el cual cuando chocaba contra algunas
sustancias, éstas emitían una luminosidad a la que se llamó fluorescencia. Se
tenía conocimiento que este tipo de luz era detenida por una cartulina.
En
1895, el físico Wilhelm Roentgen trabajaba con uno
de estos tubos y observó que al producirse la descarga eléctrica aparecía una
luminosidad en una pantalla pintada con una sustancia fluorescente.
Pensó que la fluorescencia en la pantalla se
debía a que la descarga eléctrica contenía luz ultravioleta. Para comprobarlo
cubrió el tubo con una cartulina negra y dejó la habitación en oscuridad,
produjo la descarga y observó la aparición de la fluorescencia en la pantalla.
Roentgen repitió este
experimento hasta asegurarse de que la fluorescencia en la pantalla no era
causada por la luz ultravioleta, sino por un nuevo tipo de radiación invisible
y más penetrante que podría atravesar el cartoncillo, a la cual llamó rayos X,
debido a que su naturaleza era desconocida. En la actualidad, las propiedades
de los rayos X se utilizan en diversos campos de la ciencia.
pensé que las hipótesis eran más cortas JAJAJAA
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